monti otoño 2013

monti otoño 2013
Los mandarines y pontífices, la crítica gastronómica y la Red

Llevo en pocas semanas leídos ya media docena de descalificaciones, repletas de improperios, a la crítica, o simple opinión, gastronómica en la Red. Todas ellas de reconocidos comentaristas de los medios escritos de comunicación, algunos incluso críticos (en alguna ocasión). Alguno, incluso autor de meritorios Anuarios.

Es sorprendente el papel que puede deducirse que se pretenden arrogar: el de interpretes únicos de qué está bien y de qué no en el arte del buen comer y mejor beber. Como si el maltrato recibido en un restaurante o su deficiente calidad, nunca reseñados por ellos porque nunca lo sufriran por ser quienes son, no justificara un desahogo. Más: como si el lector de los mismos en alguna red fuera un subnormal incapaz de enterderlo como tal.

Ello además de otro elemento relevante que transcribo de alguien que sabe mucho más que yo aunque esté referido a la Red en general pero es de aplicación: "se echa de menos en su panorama algo más de acento en la vertiente creativa de la Red, que sin duda es importante. Hay gentes, que nunca habrían accedido a publicar en las ágoras que controlan los mandarines de la cultura y el mercado, que ahora publican y con mérito. Y si alguno lo hace por exhibirse es con el mismo derecho que tienen a exhibirse los pontífices de la opinión". Pues eso.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Aguas a precio de oro

Uno de los comportamientos más generalizado, a los que nos tienen sometidos nuestros restauradores es al cobro de precios desorbitados por el agua. A nadie parece importarle quizá debido a la modestia de su importe en el total de la factura. Pero es uno más de los abusos de los muchos que se han impuesto durante los años de jauja. Aunque no mencionaré restaurantes porque sería discriminatorio con los no nombrados, los 5 € por una botella de Solán de Cabras de El Alto de Colón se lleva la palma (febrero 2009 y no pienso volver). Claro que los 2,5 € por comensal de La Escaleta no le van a la zaga (salvado por los moderados precios que predominan en su carta de vinos).

El hecho no tiene justificación. Dejando de lado los locales con carta de aguas, también en general a precios siderales, es exactamente el mismo producto que se puede adquirir en una gran superficie, el supermercado del barrio o la tienda de la esquina con el precio multiplicado por cuatro, cinco y hasta por diez. No discuto el cargo por el servicio o el coperío que se rompe y hay que sustituir. Pero hay otras muchas otras posibilidades para cobrarlo, con un poco de elegancia y saber hacer.

Por el contrario, se han ido imponiendo todo tipo de trucos para arañar unos euros más que alcanzan nivel de esperpento. Desde servir, botellines de 0,20 cl. para cargar hasta cuatro en un mesa de dos comensales (y 10 € en la factura) hasta cobrar por su servicio (hasta 3€ por comensal) aunque no se pruebe pasando por servirla -y cobrarla- sin haberla solicitado o servir una nueva botella, tampoco pedida, en el momento previo a la factura. O directamente cobrar un número superior de botellas a las consumidas.

No se crea que la situación es inevitable. En parte de los locales de Madrid, como de París o de Nueva York, se puede pedir una jarra de agua (une garrafe d'eau s'il vous plait o tap water please) sin cargo. Aquí con la excusa de la mala calidad de la del grifo, inbebible en Valencia o Barcelona, todo vale. Ni siquiera se indica su precio en carta como esos detalles de la casa de precio astronómico. En Suiza, en dónde en ocasiones la cobran a un franco, al menos, lo indican.

Solucionar este abuso no será fácil. Tal y como está el patio, muchos restaurantes son hoy un “lo tomas o lo dejas” o “al que no le guste que no venga” explicación central del por qué de los cierres casi semanales que se suceden sin parar. Sólo la queja de un número elevado de clientes podría, tal vez, poner coto a esta práctica. Porque comer o cenar sin agua no es solución en mi caso.

El caso más espectacular que he soportado fue hace meses en un reconocido local de Barcelona. Me sirvieron una botella de litro de Solán de Cabras para una velada individual (“no tenemos mas pequeñas”) por 8,80 €. Cuando pedí confirmación del precio, cosa que hizo avergonzada una camarera que no era la responsable del mismo, como “gran favor” la ofrecieron como invitación. No resistí indicarles que así no irían muy lejos. Por desgracia a pesar de tener una cocina aceptable, recientemente he comprobado que ha cerrado.