monti otoño 2013

monti otoño 2013
Los mandarines y pontífices, la crítica gastronómica y la Red

Llevo en pocas semanas leídos ya media docena de descalificaciones, repletas de improperios, a la crítica, o simple opinión, gastronómica en la Red. Todas ellas de reconocidos comentaristas de los medios escritos de comunicación, algunos incluso críticos (en alguna ocasión). Alguno, incluso autor de meritorios Anuarios.

Es sorprendente el papel que puede deducirse que se pretenden arrogar: el de interpretes únicos de qué está bien y de qué no en el arte del buen comer y mejor beber. Como si el maltrato recibido en un restaurante o su deficiente calidad, nunca reseñados por ellos porque nunca lo sufriran por ser quienes son, no justificara un desahogo. Más: como si el lector de los mismos en alguna red fuera un subnormal incapaz de enterderlo como tal.

Ello además de otro elemento relevante que transcribo de alguien que sabe mucho más que yo aunque esté referido a la Red en general pero es de aplicación: "se echa de menos en su panorama algo más de acento en la vertiente creativa de la Red, que sin duda es importante. Hay gentes, que nunca habrían accedido a publicar en las ágoras que controlan los mandarines de la cultura y el mercado, que ahora publican y con mérito. Y si alguno lo hace por exhibirse es con el mismo derecho que tienen a exhibirse los pontífices de la opinión". Pues eso.

viernes, 18 de mayo de 2012

Ca Sento se estrella: cerrado desde el 12 de mayo 2012


Estaba escrito desde hace meses -estuvo una noche hace poco y había sólo dos mesas- pero leo la confirmación en la prensa: Ca Sento ha cerrado. Y es que cuando uno es incapaz de adaptarse al mercado y se cree el rey del mambo en lugar de un buen cocinero, no tiene sitio en este mundo traidor.


Es lo que le ha pasado a Raul Aleixandre, ese que me llenó de insultos en Valenciaplaza.com  (aunque el director no los quiso publicar en contra de mi criterio como tampoco, me parece, ha publicado los que me acaba de dedicar Juan Ferrer, de Enópata por constatar lo obvio: lo mal que lo trataban a uno en su última etapa del restaurante de la plaza del Arzobispo, ni los de un cobarde anónimo defensor de Dacosta -que seguro que se avergonzaría de la catadura moral que exhibe- que está convencido de poder ser Beria en la España de 2012).

Todo, en el caso de Aleixandre, porque comenté que era demasiado caro para los tiempos que corren (30 euros por una cigala) y que había sido de los primeros en subirse a la parra en el boom que consolidó la Copa del América. UN ejemplo: en esa última visita, éramos dos y se me ocurrió preguntar por una mesa de cuatro contigua para saber si estaba reservada e íbamos a tener compañia. La seca respuesta a mi pregunta de si estaba reservada fue "No, esa no puede ser. La tengo montada para cuatro". Como digo, cuando nos fuimos, sólo se había ocupado otra mesa de dos ¿La cuenta? Tomamos cuatro tonterías, eramos también dos y me tocó pagar 150 euros (sin cigalas que  fueron de una visita previa sobre la que hice un comentario).

Ahora, con el cierre, toda la inversión realizada, toda la reputación alcanzada (por su padre), todo el esfuerzo acumulado, al garete. ¿Inevitable? Ni mucho menos. Claro que si este mal aconsejado cocinero -rodeado de maleducados y prepotentes que le bailan las gracias en lugar de decirle verdad- cree que el modelo es Trenca Dish (obligatorio dejar móvil aunque no se tenga a la hora de reservar -"es la política de la empresa"- y con turnos de entrada como si fuera un cuartel) va listo. En fin, nos toca aguantar marea. Es la consecuencia de tener más personajes que se creen genios ("referentes culturales", se llaman los muy pedantes), por metro cuadrado que en cualquier otro lugar del mundo, cuando son sólo profesionales buenos.

Por eso van cerrando uno tras otro, (Torrijos, Óleo, Ca Sento,...) incapaces de entender el cambio que se ha producido en España desde la burbuja al infierno en que algunos nos han metido. Y los que quedan. Porque todavía hay algunos -demasiados- que se creen que el que la gente vaya a comer en su restaurante es un privilegio para los clientes, en lugar de pensar en que ellos son privilegiados porque vamos a comer a su restaurante (y no a otro).