La oferta gastronómica en
tierras valencianas se presenta en la nueva temporada con un buen número de
brotes verdes; de signos para el optimismo.
No a todos les va igual, pero es que no todos están haciendo el mismo
esfuerzo. De hechos, algunos no están haciendo ningún esfuerzo en absoluto. Por
ello no puede ser una sorpresa que lo estén pasando peor que mal y que su local
esté vacío más a menudo de lo que debiera a pesar de la calidad de su cocina.
Pero no es casualidad: es el resultado de lo poco o nada que han entendido lo
que han cambiado las cosas y de su confusión de qué lleva al éxito de público (condición
imprescindible aunque sea suficiente para el éxito empresarial).
A pesar de ello, no todo
es todo bueno en lo que viene consolidándose. Hay aspectos, y no uno ni dos, que,
en mi opinión, vamos hacia atrás. Y sin atisbos, que yo sepa, de reflexión
acerca de si esa línea es la más adecuado para consolidar una actividad que está llamada a ser un rasgo distintivo, destacado,
de esta sociedad. Porque sin dejarme llevar por el acrítico papanatismo
dominante, la capacidad de innovación y el dinamismo gastronómico de estos
últimos meses es reseñable.
Si tantos se orientan en
la misma dirección y tan pocos la critican, es obvio que debo preguntarme si el
equivocado no seré yo. Y no lo descarto. En absoluto. Tengo además la
alternativa bien sencilla que aplico sin cesar de no volver a los locales que
no me gustan a pesar de que se coma bien en ellos (tampoco suelo volver a los
que no se come bien). Sólo apunto que dentro de las ciudades españolas que
frecuento y de los países –desarrollados- que visito, esos rasgos no existen, o
no con la misma intensidad. Y en ocasiones, lo que se llama, me dicen, el
efecto rebaño no debe ser descartado.
De entre lo no bueno que
se está consolidando; entre los (no) detalles
que no soporto, subrayo hoy dos. Pero no son los únicos. Bastantes más los dejo para una segunda y
próxima entrega.
La música ambiente a gusto de discoteca.
Disfrutar de la comida es
en mi opinión una actividad incompatible con el stress. La moda que se ha impuesto en Valencia de
ambientar el comedor con música, y en muchas ocasiones, a un volumen que hace
difícil incluso una conversación es incompatible con ello. Y sin embargo, pocos
son los restaurantes valencianos que no han colocado un buen equipo musical
para martirizar, con su selección de temas o su volumen, al comensal.
Se lo comenté el pasado
julio a un conocido extranjero de visita por aquí, gran admirador de Valencia
pero cada vez más crítico con la suciedad de sus calles y la invasión de todo
lugar público por mesas que dificultan hasta impedir el paseo por sus calles y
plazas. Un aspecto que le solivianta todavía
más que el primero como empresario que es. Porque, como él me preguntaba ¿cómo
pueden competir los buenos restaurantes cerrados al aire libre frente a tantos
que tienen el 75% local en la calle y que pagan sólo –si lo pagan- el impuesto de ocupación,
aprovechando desde la luz hasta la limpieza públicas? ¿Ejemplos? No es que haya
a docenas, es que hay a cientos.
Según su experiencia
viajera, que no es escasa, existe una relación inversa entre el nivel de
desarrollo de la sociedad y el volumen de la música de sus restaurantes. Del
norte de Europa hasta la mitad de Francia, tal rasgo es absolutamente
excepcional y el volumen, si existe, de
mera música de fondo. Del Midi del Hexágono –incluyendo Italia-para abajo,
habitual. Lo mismo hacía el este. En Rusia mucho más frecuente que en Chequia.
Y lo mismo en América, en donde no hay restaurante que se precie en sus países menos
desarrollados que no tengan un buen equipo musical a todo volumen.
Me niego a aceptar el
corolario de su conclusión: los valencianos formamos parte del mundo no
avanzado. Pero a cada ciudad que visito en España constato que la evidencia que la basa es abundante. En el País Vasco no me he
encontrado con ningún local de cocina de calidad con música estridente y la
mayoría no tienen música. Tampoco en Cataluña aunque algunos de Barcelona la han incorporado sin
que se pueda decir, ni por tipo de música ni por su volumen, que moleste. Por
el contrario en Galicia no he estado en ninguno que no la tenga; en no pocos
emisora de radio local.
Si en el mundo avanzado
esto no existe y esta sociedad forma parte de él, ¿por qué tengo que comer con
las desgarradas decepciones amorosas que canta María Dolores Pradera a todo
volumen? Es lo que me ocurrió no hace muchas semanas en Alma del Temple (sólo flojo y con detalles cutres pero de buen precio) ¿Por qué tengo que tragarme los gustos jazzísticos
del admirado Ricard Camarena por más que sea a un volumen menos estridente cuando
encuentro un rato de relajo para disfrutar de una de sus creaciones? ¿O de los
de Raúl Aleixandre en 534 –a un volumen
inaceptable hasta la tercera protesta de los clientes una noche del pasado
julio- con Raquel Torrijos incorporada a su equipo (si es que
sigue llevándolo el restaurante ya que no estaba en mis dos últimas visitas lo
que se demostraba también en un lamentable final de los platos)?. ¿O el retumbar de los bajos en la terraza del destacable restaurante Sharme en la Marina de Denia? Un local que rompe la monotonía en la
que se está convirtiendo la cocina valenciana de autor, incluida Denia, y que tengo intención de
comentarles en fechas próximas que confunde disfrutar de la comida con disfrutar de una discoteca.
Pues sinceramente no encuentro ninguna. Y como yo me parece muchos más clientes,
especialmente extranjeros, con los que
ya llevo cruzadas miradas varias entre sorprendidas e irritadas por una nada
agradable sorpresa capaz de fastidiar no sólo una agradable velada sino la
opinión de la cocina de un restaurante. ¡¡Para
llenar el estómago hay sistemas más baratos!!
El humo del tabaco (ajeno)
No pretendo comentarles la
legislación española sobre el tabaco en la restauración aunque me toque
callarme las ironías que se me ocurren al no haberse hecho realidad los miles y
miles de puestos de trabajo perdidos que, según
sus detractores, iba a provocar su
entrada en vigor. Fumar no es bueno para
la salud y fumar mucho puede matar. Pero fumar también es un placer. Y a cada uno
corresponde velar por su salud, y a los poderes públicos por la de todos y por
los costes del tabaquismo (como por la de otros peligrosos contaminantes de los
que no se habla).
Pero independientemente
de sus vertientes no saludables o sanitarias, el fumar en los restaurantes tiene
implicaciones gastronómicas. Porque el fuerte olor del tabaco fumado es tan incompatible
con el disfrute de las sensaciones gustativas de la comida como la música discotequera
que nos ameniza por estos lares. Atacar, con emoción incluso, una de las
creaciones de Alonso Fominaya en su terraza
del paseo de Daimús y verse envuelto en la humareda del habano del
comensal del mesa de al lado que ya ha terminado su comida, es lo más parecido
a un crimen gastronómico que conozco. ¡Y
lo mismo en tantos restaurantes de menor calidad pero no de menor precio!
En Casa Manolo hay solución porque tiene alternativas. El local dispone de un cómodo
restaurante interior (¡eso sí con música!) libre de humo de tabaco aunque mantiene, amenazante, un armario humidor lleno de puros de todo tipo al lado de la bodega. Pero de hecho fue uno de los restaurantes de la
Comunidad Valenciana que conozco de los que mejor resolvió las dos zonas en
aquella etapa de transición hacia la norma vigente (a expensas del privilegio
que se le concederá al nuevo Mr. Marshall, señor Adelson) en todo el mundo [avanzado].
Pero hay otros
restaurantes en donde, al menos en buena
parte del año, no cuentan con esa posibilidad. El más destacado de ellos, ya borrado
de mi lista L’Escaleta de Redrado en Cocentayna, es Casa Pepa en Ondara cuyo comedor cerrado se
cierra, si no llueve, con el buen tiempo.
Es éste un muy buen restaurante cuya cocina (y servicio) ha
experimentado gran progresión hasta llegar a excelente pero que en verano sólo
tiene abierta –que yo vea y sepa- la magnífica terraza con la que cuenta. Un restaurante que si no fuera por este
penoso (no) detalle del tabaco sería probablemente la próxima estrella Michelín
con opciones de conseguir una segunda.
Pero hete aquí que como,
legalmente es una terraza abierta, sus propietarios han decidido que se puede
fumar (también vociferar por el móvil sin que nadie le llame a uno la atención)
en cualquier ubicación del mismo. Con lo cual, uno se ve envuelto en el
desagradable humo de los otros en los momentos gastronómicamente menos oportunos.
Por ejemplo, en mi caso, al empezar un muy conseguido, aunque carísimo (24 €)
ravioli de gamba. Y de nuevo, apenas repuesto de lo anterior, al intentar
disfrutar de un pichón asado servido exactamente en su punto saignant. Eso por no hablar de los
desagradables humos (diversos) de los fumadores
que le atacan a uno si va a los lavabos y su mesa está alejada de los
mismos. Un desastre de velada a pesar de la muy
aceptable calidad de los platos.
|
Michel Chabran (hace algunos años) |
¿No hay solución
satisfactoria para todos? Por supuesto que sí, empezando por eliminar cretonas
y telas en aquellos que cuando se cierran al público se fuma dejando una pestaza
tan inconfundible como desagradable. En otros países que nos
preceden en renta y tradición
gastronómica ya lo solucionaron cuando los derechos de la minoría de los
quieren fumar mientras comen se imponían a los de la mayoría que no queremos.
Todavía recuerdo la rapidez, además del espanto, con que hace más de tres décadas Michel Chabran se me
acercó en su restaurante Michel Chabran de Port de l’Isere
para preguntarme/rogarme si no quería disfrutar del mini Davidoff recién encendido al acabar la cena en su pequeña
terraza interior.
Por tanto si está permitido
fumar en restaurantes que tengan espacios al aire libre, que no lo sé, ¿por qué
no habilitar –implícita o explícitamente- dos zonas o establecer una para
disfrutar del placer de fumar su propio tabaco en el momento en que uno decide?
La alternativa es
la conclusión a la que he llegado: dudo que vuelva a un
tan buen restaurante como Casa Pepa, y desde luego no lo voy a hacer en fin de
semana durante el verano. Dado su éxito dudo que les importe una higa a quienes
lo gestionan. El problema se puede plantear si los comensales de todas las
mesas adyacentes al fumador compulsivo que nos tocó en suerte este pasado
agosto comparten mi decisión. Y tras
ellos, otros muchos. ¡Que buenos restaurantes hay muchos! Y no hay dinero que compense una mala velada.
La espantada de Quintana en Anerea
Quintana ha dejado sin pública explicación alguna su restaurante en Russafa. Me parece injustificable aun no teniendo web. El pasado julio intercambié un último correo sobre la baja calidad de su restaurante que les copio. De ello sus nuevos impulsores no tendrían ni idea (de la baja calidad no de mi correo coo es obvio). Es lo que se llama ser un impresentable. No les será fácl remontar el vuelo aunque la profesionalidad, esa que Quintana ignoraba, siempre es reconocida por el público. Les copio también su presentación en Facebook. Suerte!!
Hem intercanviat alguns comentaris i és per aixó que
li faig arribar aquest missatge privat. Vaig estar, ja fa dies, a Anerea
a pesar de que no soc gens partidai del menu perque vosté no fa
exactament el que s'estila a València. Al menys es pot triar entre
opcions.
Vosté no hi era (o no el vam veure). Va ser una completa
decepció no sols per a mi. Del (no) detall del postre a compartir
clavant la cullera en el got (com anar amb un client o amb algú fora de
la parella?) a un tartar que de lo gran que eren els trossos semblava més
be una peça de carn mal tallada. L'abaecho molt molt salat. Una
llàstima. No fare comentari public però n'estic segur que vosté es molt
millor cuiner del que reflexa el que vam menjar.
El ritme del servici
de pena. Lo millor els vins, pero no son d'ellaboracio propia és
clar. Salutacions JLM
...................................
A
Anerea estem a punt de finalitzar la nostra primera temporada, el nostre
primer any de vida. Un any que ha estat ple de satisfaccions, de sabors
i de bona cuina. Un any replet de visites i d’amics: nous amic i vells
amics. Un any en què hem gaudit de compartir amb vosaltres cada dia, la
nostra il·lusió per la cuina i el treball d’unes persones devotes a
vosaltres, els convidats a la nostra casa,
els nostres amics. A partir del dia 7 d’agost ens n’ anem de vacances,
com molts de vosaltres. Un descans que tancarà aquest primer any.. Ens
acomiadem amb la tristesa de dir-li adéu a qui ha sigut el capità a la
nostra cuina: Josep Quintana. Però també amb la confiança i el desig
d’emprendre un nou camí amb Emili Benavent qui pren el timó d’Anerea. I
per a Setembre obrirem de nou amb tota la il•lusió i vos esperarem amb
els plats calents i les copes plenes.
La vida està plena
d’oportunitats, i a la creativitat no se li pot alçar murs. Josep qui va
dipositar tot el seu esforç i treball en el restaurant ara s’encamina
en altres projectes. Però la nostra cuina precisa d’una atenció continua
que ara mateix Josep no li pot donar. Per això hem pres la decisió
conjunta de separar els nostres camins de moment. No sense abans
desitjar-li tot el millor per a la seua nova aventura.
Emili
Benavent, qui agafa en força l’entorxa d’Anerea, és un cuiner amb gran
experiència. Emili, va ser un cuiner autodidacta, encara que això no li
va impedir estar amb els millors, com per exemple Ferran Adrià en el seu
pas pel Bulli. Emili, va regir el seu restaurant, Machado 12, durant 22
anys. Ara ens regala la seua creativitat i experiència a Anerea on
estem segurs despertarà els nostres sentits i mimarà el nostre paladar.
Benvingut Emili!
I a vosaltres, amics, només dir-vos que esperem
que ens veiem prompte, que continueu compartint dinars i vins amb
nosaltres, i que puguem gaudir junts de la bona cuina.
-Anerea-