Existen
restaurantes en Valencia que están manteniendo un excelente nivel de actividad
a pesar de la situación general nada favorable. Uno de ellos es el clásico Seu Xerea de Stephen Anderson que inició su actividad en una calle próxima a donde
ahora se encuentra en 1996. No quiere esto decir que las noches de entresemana esté a rebosar o que haya que pedir reserva con meses de antelación. Pero en conjunto, por lo que he podido comprobar en varias (tres) ocasiones
recientes, su nivel de ocupación está bien por encima de la media. En especial entre extranjeros que lo tienen,
con toda razón, como uno de los lugares de referencia de Valencia ciudad que no les va a defraudar.
La razón es la
clásica; la de siempre, aunque siga siendo infrecuente entre nosotros (a pesar de la mejora):
una combinación casi perfecta entre profesionalidad, simpatía y cordialidad, precios
moderados, cuidado del local y atención a la promoción fuera de su club de
fans. Además, por supuesto, de una cocina aceptable. Y es que en contra de los que tantos parecen pensar una
cocina innovadora o incluso espectacular (rara avis en el imperio de la cocina mediterránea que es siempre igual) sin el resto de los componentes
mencionados sirve de poco. En [casi] en cada esquina de la ciudad ha surgido
un restaurante y conseguir información sobre su calidad es muy costoso (imposible).

El segundo
punto a destacar es la decoración del local, modificada no hace mucho, (aunque
el tiempo vuela) dominada por el buen gusto. No sólo. Frente a tanta dejación
pretendidamente explicada por la crisis, Anderson mantiene el estado de los
comedores impecables. Algo que yo al menos agradezco infinito.
La
asociación entre el estado de conservación de la sala y el de la cocina es, sin duda, inexacta.
Pero es imposible de evitar. Y comparar la de Seu Xerea con la
de un clásico, y buen restaurante, de Cirilo
Amorós en el que he cenado no hace mucho resulta deprimente de adónde se puede llevar para ir directo al cierre. En éste, entre otros detalles, era casi imposible leer las
cartas debido a tu deterioro y los puntos de luz fundidos eran más de uno y más
de dos.

En cuarto
lugar, Stephen Anderson cuida como pocos la comunicación de lo que hace. Y no mediante
los clubs de fans en las redes sociales que sólo gratifican psicológicamente pero que son incapaces de
mantener un local. Ni hoy ni en la época
del ladrillo en la que todo valía (ahí está el derrumbe de El Aalto de Colón para
demostrarlo).

No es casual
pues que Seu Xerea haya ganado el certificado de excelencia de Tripadvisor en
2013. Ni la elevada proporción de
extranjeros entre sus comensales frente a su irrelevante presencia en otros que
siguen absortos en twitter o en Facebook con sus cuatro amigos (o en babia y,
por ello, han cerrado o están a punto de hacerlo). Basta ver su presencia en las principales redes de información turísitica que hoy existen.

De lo que he probado algunos platos me han parecido logrados (la
mayoría) aunque ninguno merecería una ovación. Otros, como las alcachofas o un arroz convertido en cataplasma por exceso de cocción que se empeñó un acompañante extranejro,
decepcionantes. Pero en su conjunto los platos del menú A la Carte, no son inferiores en factura a la media que marca precios similares. Eso sí, con el local lleno la cocina necesita un refuerzo para conseguir que los platos lleguen calientes a las mesas. ¡Qué también se puede morir de éxito!. Pero no he detectado la irritante irregularidad de otros.
Por tanto:
si las referencias de la ciudad son limitadas como es el caso hoy para la inmensa mayoría del público (al menos de momento), uno quiere elegir lo que come (y
no que le endilguen lo que al cocinero le apetece) y sobre todo, para mí que
soy “local people” y llevo ya años en este mundo, quiero encontrar detalles de atención perdidos
en la mayoría de los restaurantes que frecuento (ya ni una mistela en los locales de La Safor o La Marina que les cuesta menos de 2 euros el litro), Seu
Xerea es un lugar a tener en cuenta. Es probable que no salga
maravillado. Pero seguro que no me iré cabreado como me viene sucediendo últimamente.
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Un artilugio útil

Abrir una botella sin haberlo pensado antes y poder degustar el vino en toda su plenitud no me era posible hasta ahora. Aunque no sea igual que la tranquilidad de dejar pasar el tiempo, funciona. Por tanto chapeau para los ingenieros industriales que aplicaron el principio del italinao Venturi a la cata del vino.
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A la salud de todos los que luchan por sacar esto de la gastronomía valenciana adelante.

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