Algo parecido se puede decir de Kaymús, en dónde la familia Romero con el cordial Nacho a la cabeza se esfuerza por agradar y lo consigue. Platos de buena factura. Precio, de momento, ajustado en las entradas y menos en los principales. Esto es algo que deben cuidar si quieren mantener el atractivo. No está el horno para grandes dispendios y algunos detalles, como el precio de las propuestas fuera de carta, no apuntan en la buena dirección. Pero de momento es de lo mejor que hay disponible en Valencia. A aprovechar mientras se pueda. Insisto: ojala no metan la pata con los precios como tantos otros.
Y lo malo sigue siendo igual de malo se llame como se llame y sea quien sea el chef y el dinero que se gaste en relaciones públicas. Visita a Torrijos a finales de julio. Un desastre sin paliativos. Desde la desfachatez del camarero en la contestación cuando al entrar se recuerda que la reserva es para una mesa de no fumadores, "si da lo mismo..." hasta el querer pasar como un error el intento de "colar" un vino blanco de una añada vieja. Impresentable. Hacia tiempo que no visitaba este en otros tiempos (hace ya mucho ciertamente) templo de la gastronomia valenciana (Ay! Oscar por qué te cansaste!!), pero tardaré otro tanto en volver. Quintana y sus propuestas, con estrella Michelín o sin ella, carecen de interés alguno. La máxima parece ser a cada plato su caldo. Están pensadas para comidas de empresa (la antítesis de la gastronomía) o para quienes se incorporan ahora a ella y se asombran ante nada. No innova (no confundir con modificar la carta) desde no se sabe cuando. Se nota.