monti otoño 2013

monti otoño 2013
Los mandarines y pontífices, la crítica gastronómica y la Red

Llevo en pocas semanas leídos ya media docena de descalificaciones, repletas de improperios, a la crítica, o simple opinión, gastronómica en la Red. Todas ellas de reconocidos comentaristas de los medios escritos de comunicación, algunos incluso críticos (en alguna ocasión). Alguno, incluso autor de meritorios Anuarios.

Es sorprendente el papel que puede deducirse que se pretenden arrogar: el de interpretes únicos de qué está bien y de qué no en el arte del buen comer y mejor beber. Como si el maltrato recibido en un restaurante o su deficiente calidad, nunca reseñados por ellos porque nunca lo sufriran por ser quienes son, no justificara un desahogo. Más: como si el lector de los mismos en alguna red fuera un subnormal incapaz de enterderlo como tal.

Ello además de otro elemento relevante que transcribo de alguien que sabe mucho más que yo aunque esté referido a la Red en general pero es de aplicación: "se echa de menos en su panorama algo más de acento en la vertiente creativa de la Red, que sin duda es importante. Hay gentes, que nunca habrían accedido a publicar en las ágoras que controlan los mandarines de la cultura y el mercado, que ahora publican y con mérito. Y si alguno lo hace por exhibirse es con el mismo derecho que tienen a exhibirse los pontífices de la opinión". Pues eso.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Otros más descalifican e insultan y Montana comete un error: mis disculpas

El origen de un erro que nunca debí cometer. El jueves cambio la imagen por la  de las botellas que tengo en casa

El origen de J.L. Montana, aunque sin la referencia al fabuloso quarterback de los San Francisco 49’s, es antiguo. Nació de dos experiencias en restaurantes de Valencia, Viveros y el Restaurante Azafata, junto al aeropuerto.  En el primero una noche  quise invitar a unos amigos a un pato a la prensa que había degustado en una reciente comida. Gran decepción. La prensa no funcionaba sino previo encargo. Intenté varias veces reservando por teléfono y nunca estuvo disponible a pesar de que con gente destacada de mi entorno familiar sí lo estaba. En el segundo, tenían un excelente postre de naranja con soufflé. Lo mismo: nunca pude degustarlo si no iba con gente conocida. Decidí entones que cuando pudiera escribiría de gastronomía, que lo haría de forma anónima para comer como uno más, relatando no ya las diferencias sino cómo comíamos los de a pie.

Cuando inicié mi colaboración en prensa, me fijé unos límites. El que viene a cuento: aceptaría  todas las críticas, descalificaciones e insultos, pediría que no se dejara de publicar ninguna de ellas y, si no eran anónimas, jamás las contestaría excepto para matizar y, sobre todo, dar las gracias.

Desde entonces, hace casi una década, he recibido insultos, no diré mil, pero si un buen puñado de ellos.  Jamás los he contestado, todos los he publicado y a casi todos sus autores anónimos, cocineros que van de divos, los tengo localizados. Ellos creen tener identificado a Montana para desgracia de tres universitarios que se han asociados a mi nombre por curiosas vicisitudes que sufrirán las consecuencias (no todas negativas me parece por lo que uno me escribe).

Hace pocos días, sin embargo, un profesor de la Universidad de Valencia que forma parte de un conocido grupo de cata y gastronomía, VEREMA, no le gustó un comentario que hice sobre sobre Alberto Redrado. Redrado es un reconocido sumiller que sin embargo, a mí  –también a todos los amigos en los que confío amantes de la gastronomía- me ha tratado a lo largo de los años con una desconsideración que no acepto. Y que como he escrito la semana pasada ha acabado por hartarme.

Esta persona realizó un comentario en el medio en que he venido colaborando y en VEREMA (en donde abrió un debate sobre el trato del vino en los restaurantes que era el tema de mi comentario). Ambos descalificatorios y repletos de insultos. A los que se sumaron algunos más del mismo tipo de miembros del grupo. No todos por supuesto que hay gente muy seria en VEREMA.

Nada nuevo, excepto algo que le he honra al descalificador: firmó con su nombre. Un rasgo que antes, para insultar y descalificar, sólo ha hecho un conocido cocinero de Valencia.  Después esta persona se arrepintió y consiguió, ante mi asombro, entre indignado y decepcionado, que le suprimieran ambos comentarios. Por supuesto sin una disculpa, pero eso es lo de menos ahora.

Y ese asombro indignado y decepcionado me ha llevado a incumplir uno de mis principios básicos y a varios errores. Debí reaccionar como siempre, y agradecerle además que utilizara su nombre (sigo dudando que pueda hacer de portavoz de un grupo entre los que tengo varios admirados catadores de vino pero eso es marginal). Pero reaccioné como él. Y no una vez sino varias en un intercambio de correos de baja altura. No menciono su nombre porque deduzco que él lo prefiere. Pero por mi parte considero que ha sido un comportamiento inaceptable. Debo por tanto pedir sinceras disculpas a mis lectores. Y también al descalificador.

Como resultado de ello, y para alegría de mis detractores, he suspendido mi colaboración con el medio que dirige el periodista que ha venido publicando mis comentarios durante el último decenio. Me retiro a mi blog para darme un tiempo y decidir si retomo la actividad con mi nombre, y sin morderme la lengua como ahora, busco otro medio para seguir igual, ambas cosas a la vez, o dejo de dedicarme a ello y a disfrutar de la gastronomía con mi familia y amigos.

En cualquier caso mis lectores, pocos o muchos que eso nunca se sabe, que estén al tanto del debate merecen mis disculpas. Y mi promesa de que, aprendidas las lecciones del error, haré todo lo posible porque no se vuelva a producir. Eso sí, como señalé el primer día: "La crítica gastronómica se ha convertido en un negocio. Debiera imponerse el comentario anónimo, para los productores y por tanto también para el cliente/lector. Como el rigor. No existe el paraiso ni la perfección. Pero la falta de profesionalidad cuando no el simple timo, en las cocinas o en la crítica, sí. De ahí Joe L. Montana".