Desconozco si se trata de una situación generalizada, pero desde luego afecta a todos con quienes la he comentado. La puesta en marcha del AVE ha agravado el 'síndrome de la ausencia' que aqueja a los ejecutivos madrileños de cualquier nivel. Antes de existir el tren 'veloz', se tenían que marchar enseguida porque tenían que llegar pronto a Madrid, lo cual no era en la mayor parte de los casos antes del final de la tarde. Ahora, que el traslado dura poco más de hora y media, se tienen que marchar incluso antes por la misma razón. No importa que ello implique llegar varias horas antes. Siendo España un país de baja productividad, según afirman los que saben, tanta prisa recuerda al conejo blanco de Alicia en El País de las Maravillas que siempre corría para no ir a ninguna parte.
Esa actitud suele crear en no pocas ocasiones un problema porque va asociada al deseo, casi una orden si están por encima en el organigrama jerárquico, de comer paella. Si la reunión se celebra tarde, "a la madrileña", no es posible llegar al restaurante antes de las 14:30. Y teniendo reservado el billete para el tren de las 16.10 el tiempo concedido a la comida es demasiado escaso para poder combinar, sin riesgo de perder el tren, comida con playa que es, en bastantes ocasiones, la petición asociada a la paella.
No hay solución a la cuadratura del círculo y por tanto no hay posibilidad sensata de satisfacer los deseos imposibles. Pero sí se puede ofrecer al visitante una buena paella valenciana sin perder el tren aunque luego es probable que uno se tenga que oír el tópico que "se nota que no está hecha con leña". Por si les son de utilidad, paso a comentar las opciones que me han dado mejor resultado. Las que han sido un desastre, que también las ha habido aunque a los invitados el arroz les pareciera buenísimo (incluso uno cocinado con aceite rancio que ninguno de los valencianos pudimos comernos), las dejo para otro comentario.
A) Para los que no perdonan no ver el mar, mis dos opciones preferidas son:
Casa Navarro en La Patacona. Es el prototipo de restaurante de playa típico y popular en donde, sin embargo, la calidad de la paella se mantiene, cosa que no ocurre en la mayoría de los clásicos de La Malvarrosa. En éstos a lo más, según mi experiencia, el resultado es muy desigual -según local y día- y en general mejores los arroces de pescado que la paella valenciana. Para mi gusto es demasiado grande y caótico, es curioso que en su publicidad pagada presuma de tranquilidad, con un servicio eficaz pero insuficiente. Sin embargo, a muchos visitantes les parece lo más auténtico, sin que jamás haya sido capaz de entender si quieren decir otra cosa diferente a quienes piensan que el mejor cordero o cochinillo se encuentra en los locales de decoración castellana.
La Dehesa José Luís S
i se quiere un arroz de pescado (esto es, paella de marisco), la hora de la reunión lo permite y se está cerca de la salida de El Saler, ésta es la opción preferida de mis conocidos. Ya no es lo que era, pero a pesar de estar fuera de la ciudad, el regreso a la estación Joaquín Sorolla por Ausias March y Peris y Valero es rápido. Claro que si llueve o está nublado el local pierde gran parte de su atractivo. La calidad es buena, el servicio correcto y su forma de acabar la cocción es inigualable para aquellos que no son partidarios del arroz meloso. No apto para nerviosos , esos que antes de sentarse a la mesa ya están pensando que deberían estar saliendo hacia en la estación
AB Vinatea Es un restaurante en el centro de la ciudad poco valorado en general (o esa es mi impresión). Y sin embargo, se encuentra entre los que hacen mejores arroces, incluida la paella valenciana. Y en pleno centro de la ciudad, como digo, al lado de dos paradas de taxis. Cuenta además con comedores privados, aunque alguno de ellos sea un mero eufemismo porque es simplemente una zona de paso entre el restaurante y el hotel, pero al margen de miradas y oídos curiosos. No es barato, pero la calidad es excelente y el servicio, impecable. Su único defecto para este tipo de comidas puede ser que a algunos les parecerá un tanto vetusto. Pero muchos ejecutivos (y ejecutivillos) de la villa y corte gustan de esta decoración.
El GastrónomoLa apuesta segura al margen de las miradas de la city y demás miembros de la pomada. Tiene una regularidad en la calidad envidiable y aunque uno echa de menos a Antonio Martínez y sus vinos de la casa (también su cordial profesionalidad) mantiene su buena paella con un servicio por encima de la media. Ojo con lo que se pide. Los entrantes son atractivos pero de raciones abundantes, por lo que a no ser que se vaya hambriento mejor compartir. Tiene garaje propio lo cual es una inmensa ventaja si hay que llevar a los invitados a la estación deprisa y corriendo tras la comida (como suele ser el caso).
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