COMENTARIOS ANÓNIMOS DE GASTRONOMÍA. La crítica gastronómica se ha convertido en un negocio. Debiera imponerse el comentario anónimo, para los productores y por tanto también para el cliente/lector. Como el rigor. No existe el paraíso ni la perfección. Pero la falta de profesionalidad cuando no el simple timo, en las cocinas o en la crítica, sí. De ahí Joe L. Montana.
monti otoño 2013
martes, 28 de junio de 2011
Oscar Torrijos se ha parado.
Es muy duro el oficio de restaurador. La competencia es feroz y el que se para se queda fuera. Es lo que le ocurre en la actualidad al que fuera referente en Valencia Oscar Torrijos, un histórico de la gastronomía en Valencia. Me atrevería decir que en la Comunidad Valenciana. Su restaurante de la calle Doctor Sumsi, junto a Ma Cuina, marcó un antes y un después si es que existen en gastronomía momentos de ruptura. Porque al echar la vista atrás con perspectiva suficiente más bien parece que éstas donde se producen es en la renta de los países. Lo cual tiene su reflejo en los niveles de calidad, imaginación y técnica de su cocina.
Torrijos es para los que le conocemos desde entonces un personaje entrañable que sabe lo que se trae entre manos. Capaz de reírse de sí mismo como cuando relata que su familia quería que fuera camarero, pero que su pinta de pueblerino llevó a que lo escondieran en la cocina haciendo posible así que llegara a ser un excelente cocinero. Lo de excelente no lo dice él, pero lo ha demostrado tantas veces que sería innecesario recalcarlo. Pero es necesario. Lo es porque si su etapa en elWestin fue el inicio de un trayecto decepcionante, con un apoyo en sala hasta que entró su hija pequeña que parecía propio de la banda de El Empastre, la actual de nuevo Oscar Torrijos en el local en que ya estuvo de la calle Finlandia sigue por los mismos, si no peores, derroteros.
¿Qué le ocurre? Lo desconozco por completo y reconozco que me intriga. Porque pasar de ser un imaginativo cocinero siempre listo a introducir innovaciones y nuevos platos a su situación actual repleta de propuestas sin gracia ni sentido hay no ya una galaxia sino todo un sistema estelar. ¿Cómo puede ofrecer unas alcachofas con jamón con éste en forma de láminas claramente cortadas a máquina como si la hubiera sacado del paquete recién comprado en el ultramarinos de la esquina? Y encima a precio de escándalo. O ¿cómo seguir sirviendo el mil veces visto canelón relleno con una pasta pasada hasta casi deshacerse y un 99,99% de bechamel sin que fuera detectable trozo de perdiz que le da nombre al plato? Menos mal que la salsa de queso compensaba algo la ausencia de sabor.
algo parecido ocurre con unos pescados similares si no inferiores a los que tienen restaurantes de precio muy inferior o ese bogavante en una ensalada sin pies ni cabeza que parece del Maine pero es cobrado casi como gallego. Por no mencionar unos postres, que nunca han sido su fuerte pero que tampoco desentonaban, todavía más decepcionantes. No por mal elaborados sino por ramplones encabezados por el no mil sino cien mil veces probado naranja con chocolate. Eso sí, aunque no esté en carta sigue ofreciendo su magnífico cordero deshuesado. Pero no es suficiente y ya es posible encontrarlo en bastantes más sitios.
Cuando tras varios años de aburrimiento Torrijos abrió este local, ofrecía a sus amigos unas croquetas de pollo a las que le gustaba añadir su comentario socarrón acerca de las muchas que necesitaba vender para lograr que la iniciativa fuera rentable. Las croquetas eran muy buenas, pero desde luego, algunos al menos de los que vamos a su restaurante dispuestos a pagar los precios que marca, no son las croquetas lo que esperamos recordar de la comida.
La oferta gastronómica de Valencia está cambiando profundamente y casi cada mes surgen nuevas iniciativas, algunas brillantes y novedosas a precio moderado. En ese contexto, aunque sea duro, quien se queda parado desaparece de la mente de los gastrónomos. Lo cual inicia una espiral diabólica porque como la mayoría de los que siguen yendo al restaurante no les importa lo que comen, el cocinero tiende a pensar que no merece la pena innovar. Con lo que consigue decepcionar todavía más a los que si nos importa, lo que hace a su vez que cada vez la proporción de interesados en su comida sea menor. Y así sucesivamente. Esperemos que Oscar reaccione y vuelva a ser el innovador que en su momento fue. Desde luego, yo no tengo ninguna duda de que sabe y puede. Falta que quiera
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La que sí resulta casposa y trasnochada es la pseudo crítica gastronómica de la que eres un fiel reflejo. Aburres!
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